
Como era de esperar, en él no hay trampa ni cartón, es un álbum de death metal rabioso de sesenta y siete minutos tocado a todo máquina y cantado con una voz que parece salida de la ultratumba. El grupo nortemericano no llega a alcanzar el listón que marcaron con Dechristianize, su particular Reign In Blood con el que resurgieron de la mano de Benton en 2003 y con el guitarrista Tony Lazaro como líder indiscutible de una formación que lleva ya casi dos décadas en activo. El trío lo completa el batería Dave Suzuki, un auténtico hacha con el doble bombo, que lleva un ritmo frenético en los nueve temas de este álbum totalmente anticristiano, no hay más que echar un vistazo a su portada.
Vital Remains cambian un pelín el registro monolítico y aligeran el minutaje del último tema, Disciples of hell, dando un tratamiento más trash al death imperante en todo el disco.
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